El Papa: Llevo dentro el dolor del pueblo ucraniano

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En la audiencia general, Francisco lanzó un nuevo llamamiento por Ucrania: que el Señor “transforme los corazones de quienes tienen en sus manos el destino de la guerra para que cese el huracán de la violencia”.

Amedeo Lomonaco – Vatican News

La paz y el atormentado pueblo ucraniano. El hilo de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en la audiencia general después de la catequesis se entrelaza con las sombras de nuestro tiempo sacudido en particular por el drama de la guerra en Ucrania.

“En estos días, mi corazón se dirige siempre al pueblo ucraniano, especialmente a los habitantes de las localidades sobre las que han arreciado los bombardeos. Llevo dentro mío su dolor y, por intercesión de la Santa Madre de Dios, lo presento en oración al Señor. Él siempre escucha el grito de los pobres que lo invocan: que su Espíritu transforme los corazones de quienes tienen en sus manos el destino de la guerra, para que cese el huracán de la violencia y se reconstruya la convivencia pacífica en la justicia”

El Papa Roncalli, servidor de Cristo y de la Iglesia

Saludando a los peregrinos de lengua italiana, Francisco recordó la figura de San Juan XXIII, que hace 60 años, el 11 de octubre de 1962, inauguró el Concilio Vaticano II.

“Ayer celebramos la memoria litúrgica de san Juan XXIII, que sirvió a Cristo y a la Iglesia con una dedicación ejemplar, trabajando con diligencia por la salvación de las almas. Que su protección los ayude a todos ustedes en el esfuerzo de sincera fidelidad a Cristo y los sostenga en las cotidianas fatigas”

El Papa Juan XXIII se puso al servicio de la paz en una coyuntura histórica muy delicada. En octubre de 1962, la crisis de los misiles en Cuba llevó a la humanidad al borde de la Tercera Guerra Mundial. Unos meses más tarde, se publicó la carta encíclica “Pacem in Terris“, en la que el Papa Roncalli instaba a los hombres, especialmente a los que están investidos de responsabilidad pública, a no escatimar esfuerzos para dar un rumbo razonable y humano a las cosas, de modo que se eliminara también el trágico riesgo de una guerra nuclear. Incluso en esta época, la dramática y no irreal perspectiva de un conflicto atómico avanza. Y también hoy resuenan las palabras de Juan XXIII, que en la encíclica “Pacem in Terris” se unen a una frase siempre actual pronunciada en 1939 en un mensaje radiofónico por Pío XII: “Nada se pierde con la paz. Todo puede estar perdido con la guerra”.

Pruebas de diálogo entre misiles y bombas

La guerra sigue avanzando en varias regiones del planeta. Este horror sigue afectando, en particular, a la martirizada población ucraniana. En las últimas horas emerge una noticia: el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serghei Lavrov, afirma que Rusia está dispuesta a considerar una propuesta de reunión sobre Ucrania entre el presidente Vladimir Putin y Joe Biden en el G20 de Indonesia. El jefe de la Casa Blanca califica a Putin de “persona racional que se ha equivocado mucho en sus cálculos”. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, teme una escalada y subraya que no puede haber espacio para el diálogo con el jefe de Estado ruso. Mientras tanto, hoy está previsto que el presidente Putin se reúna con el jefe de Estado turco, Recep Tayyip Erdogan. También está prevista una reunión de los ministros de Defensa de la OTAN en Bruselas. El presidente de los Emiratos AÁrabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, confirmó la disponibilidad de su país para mediar entre Rusia y Ucrania. Durante la noche, las bombas rusas cayeron d en Nikopol, en la región del sur de Ucrania. Varios civiles, entre ellos una niña de 6 años, resultaron heridos. Al menos 30 edificios, entre ellos dos guarderías y una escuela, resultaron dañados. Esta mañana se ha escuchado una fuerte explosión en Melitopol, ciudad del sur de Ucrania ocupada por las fuerzas rusas. Estos son sólo los episodios más recientes de una guerra que, desde el 24 de febrero de 2022, sigue sembrando sufrimiento, muerte, terror. Hay una pregunta, en particular, que desafía el corazón de todo hombre. Y resuena en la encíclica “Pacem in Terris”: ¿Quién, en efecto, no anhela con ardentísimos deseos que se eliminen los peligros de una guerra, se conserve incólume la paz y se consolide ésta con garantías cada día más firmes?